Seguro que a muchos de vosotros os llama la atención que en la mayoría de las heladerías españolas acompañan las típicas copas de helado, incluso algunos sorbetes y granizados, con uno o varios barquillos. Este dulce ligero, elaborado de oblea, es el complemento perfecto de las cremas porque su sabor no enmascara sino potencia.
Como la mayoría de las cosas en la vida, los barquillos tienen amantes y detractores. Hay quienes piensan que se trata de un dulce sin mucho sentido, pues son tan ligeros que apenas sacian. Sin embargo, hay mucha gente, la mayoría, que valoran la discreción en boca de esta crujiente oblea que se ha perfeccionado con el tiempo y ahora podemos encontrar en diversos formatos.
En Turrón Picó tenemos una completa variedad de barquillos: rellenos de turrón, rellenos de chocolate, cubiertos de cacao y con dosis extra de chocolate y crocanti de almendra. Cada uno puede utilizarse para una cosa, ya sea para comer solos o para aportar el toque crunch a nuestros postres. Sin duda, los barquillos clásicos y los rellenos de turrón son los que más se utilizan en el sector de la heladería en esta época del año.
No sé a vosotros, pero a nosotros nos gusta conocer cómo nacieron los alimentos y confites que consumimos hoy en día. Y resulta que para encontrar el origen del barquillo tenemos que remontarnos a la Edad Media.
Alfredo Álamo nos habla del barquillo en su blog Bon Viveur. Fue en los monasterios, donde decidieron darle una vuelta de tuerca a la masa elaborada con harina sin levadura, azúcar o miel y un poco de canela, con la que preparaban las obleas eucarísticas. Es curioso cómo, la mayoría de las veces, los grandes descubrimientos de la humanidad surgen de la manera más simple, verdad?
Esa simplicidad -que no simpleza, jejeje- es posiblemente donde reside el encanto de los barquillos ??.
Y vosotros, sois de los que disfrutáis de los barquillos que os ponen en el helado u os los dejáis en el plato? ??.
