¿Una buena receta? ¿Seguir el proceso sin saltarse ni un paso? ¿Elegir los ingredientes de más calidad? Claro que es vital todo esto para hacer (y comer) un buen turrón. Pero hay cosas que también necesitas, y que no se pueden ver ni tocar con las manos.
Hablamos de todo lo que es intangible, pero que sientes muy dentro:
Pasión por el producto
Pero también por el lugar la que se fabrica (Xixona). No hay nada que más te puede llenar que querer esta tierra, hayas nacido o no en ella.
El turrón nos emociona porque su llegada también anuncia la bienvenida a muchas cosas que queremos. Por ejemplo, que termina un año y empieza uno nuevo, con propósitos para vivirlo de la mejor manera posible.
Pero, lo más importante, es que el turrón es sinónimo de reencuentro con seres queridos. Bien porque viven lejos. O bien porque el día a día nos impide verlos tanto como querríamos.
Respeto por la tradición
El turrón no es algo que hemos creado hace dos días. Es un manjar de siglos que elaboramos con recetas muy antiguas. El respeto no solo lo merece el turrón en sí, sino también todo lo que representa a nivel histórico y cultural.
Es un producto típico de una localidad (Xixona), y también de una época concreta como es Navidad. Además, es una tradición que no entiende de edad, género o condición económica. Hombres y mujeres, niños y mayores, ricos y pobres. A todos nos gusta el turrón cuando llega el 25 de diciembre.
Nostalgia
No es bueno tener muchísima nostalgia, porque te puede impedir vivir el presente. Pero sí es recomendable guardar en el cajón de la memoria esos recuerdos que te ponen alegre y te invitan al optimismo. Muchos de ellos seguro que los has vivido alrededor de una pastilla de turrón.
Todo esto es lo que sentimos cuando oímos la palabra turrón
Y muchas más cosas ahora que en Turrones Picó estamos inmersos en el proceso de fabricación. Poder tocar con las manos la almendra, pringarnos los dedos con la miel. Una sensación única que solo los artesanos podemos entender en su totalidad.